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Francisco Javier Hidalgo Prado La llegada   Llegó a eso de las dos de la tarde a la estación de ferrocarril de la provincia proveniente de Madrid. El sol caía con la pesadez del mes agosto, el suelo de la estación abrasaba como una caldera en pleno rendimiento. A pesar de venir en mangas de camisa, y el alzacuellos quitado, el padre Ramírez sentía un calor insoportable, solo la idea de llegar a lo que sería su primera parroquia después de terminar el seminario le hacía sentirse satisfecho a pesar de lo incomodo y agotador del viaje. Se encaminó hacia un puesto de refrescos que había al otro lado del andén para tomarse una limonada fresca y apaciguar la reseca garganta cuando se le acercó un hombre y llamándole la atención le dijo. - ¿padre Ramírez? - si - buenos días, soy Jacinto, el cochero que por encargo del padre Matías le tengo que     trasladar al pueblo. - muchas gracias, Jacinto, pero déjeme que primero me refresque un poco. El viaje ha sido agotador, y necesito
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  El camino   El camino era largo y tortuoso, lleno de escollos y pesadumbre. Pero tenía que intentarlo. Si no lo hacía, podría arrepentirme toda la vida. Ella era el ser más hermoso que había visto en mi vida, nunca llegué a sentir por nadie lo que sentía por ella. Es posible que no fuera entendido por nadie de mi alrededor. Pero me era indiferente, la decisión estaba tomada: y comencé a caminar.   En un principio la distancia se me hizo eterna, sin ver el final en el horizonte. Pero me veía con fuerzas para avanzar con determinación, con perseverante decisión. Estaba convencido que al final del camino. Tus ojos estarían esperando mi llegada, que tus brazos estarían deseosos de abrazar mi piel, que tus labios, beberían de mi boca, que tu aliento sería el aire que me diera la excusa para continuar viviendo.   Las noches me protegía bajo el abrigo de los árboles que me encontraba por el camino, o alguna cueva natural de las tantas que hay por las montañas que tuve que conqui
  Si los sueños hablaran y las palabras no durmieran escribiríamos historias de amores y tormentas de corazones que se encuentran bajo la lluvia de estrellas sobre la arena del desierto a lomos de las centellas. Cuando amanece te busco de forma incesante, te busco por los vientos de levante, te busco entre los juncos y riveras, busco tus labios de primavera, te busco de cualquier manera, te busco como la vez primera, te busco y te encuentro, cuando me miro dentro del corazón hambriento.
  Muero porque te quiero   Muero, como muere el cobarde Muero porque de ti estoy lejos Muero porque te siento Aún en el campo de batalla.   Muero en este campo de lirios Muero entre las flores Muero en las fallas Muero en mis delirios.   Muero en las nubes Muero en las tapias Muero en los sueños Muero en tus labios.   Muero en la distancia Muero en la barca Muero en la acacia Muero despierto.   Muero si pasas página Muero en la siguiente página Muero en mi desvelo Muero porque te quiero.   Muero si de ti me alejo Muero en el viento Muero en mi pellejo Muero porque te quiero.   Muero bajo tu sombra Muero frente a tu espejo Muero aferrado a tus manos Muero en tu reflejo.   Muero como muere el muerto Muero desconsolado Muero como muere el alma Muero descolgado.   Muero borracho de amor Mero a pecho descubierto Muero al sonar el tambor Muero porque muero de amor.   Muero en el bosque oscuro Muer
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 Tres poemarios escritos desde el alma